El pasado 15 de agosto, Juan Jesús Méndez Siverio, nuestro director de Bodegas Viñátigo, tuvo el honor de ser uno de los pregoneros de las Fiestas de Nuestra Señora de La Esperanza en La Guancha.
Agradeciendo la invitación, Méndez Siverio compartió recuerdos entrañables de su infancia, trabajando en el campo junto a su familia, y cómo esos valores han guiado su vida y su carrera.
Durante la lectura del pregón destacó la importancia de la tradición vitivinícola en La Guancha, un legado que ha evolucionado con esfuerzo y dedicación, posicionando a la localidad como un referente en la producción de vinos de alta calidad en Canarias. Subrayó los retos y éxitos del sector, mencionando la creación de la Denominación de Origen Ycoden Daute Isora y la más reciente Denominación de Origen Protegida Islas Canarias, ambas con sede en La Guancha.
Asimismo, hizo un llamado a seguir apostando por la viticultura y el enoturismo como motores de desarrollo local, y cerró su intervención deseando unas felices fiestas a todos los guancheros.
Pregón Fiestas patronales La Guancha 2024
Juan Jesús Méndez Siverio
Sr. Alcalde, Autoridades, Vecinos, buenas noches a todos y todas.
En primer lugar, quisiera dar las gracias por la invitación a formar parte de los pregoneros de este año de las Fiestas de La Esperanza, en nuestro querido municipio de La Guancha, junto con el compañero del gremio Borja Pérez. De todo corazón, supone un extraordinario honor para mí.
En estos momentos, me vienen a la memoria muchos recuerdos de mi infancia, junto a mi familia, ayudando en las labores del campo, en tareas imprescindibles para completar los recursos económicos necesarios para salir adelante, como casi todas las familias en aquella época. Aprendí muchas cosas de las labores agrícolas, y de la viticultura en particular, desde la poda hasta la vendimia, pero…, sobre todo, aprendí más de los valores, que de forma colateral me enseñaban y aprendía de mis padres, y que me han guiado a lo largo de toda mi vida.
Eran épocas muy difíciles, más que las actuales, con menos oportunidades, donde el conseguir pequeños avances costaba grandes esfuerzos para familias tan humildes como la mayoría de las que habitábamos en este pueblo. A pesar de ello, fue posible que muchos jóvenes accediésemos a la Universidad pudiendo adquirir una formación muy valiosa y útil en nuestras vidas.
Los trabajos en el campo se realizaban a mano en su totalidad, con la ayuda de animales, no existían los medios con los que contamos actualmente.
Todas nuestras viñas estaban en Cabo Verde, donde está ubicada la bodega actualmente, en parrales levantados con latas de madera que cortábamos y bajábamos del monte, siguiendo la tradición que nos trajeron los colonos portugueses que llegaron hace siglos a nuestra zona y que cada año había que reparar.
Todos los años se cavaba y abonaba con el estiércol acopiado de los animales, se podaba, se deshojaba, se despuntaba, se trataba y azufraba a mano, … todas ellas labores duras que nos servían para valorar mucho el resultado obtenido.
Como no llegaba la carretera hasta esa zona baja del pueblo, las comunicaciones en aquel momento eran a través de la carretera de Icod a Los Realejos, recuerdo que la vendimia la subíamos con mulos hasta alguno de los lagares de la localidad, que, aunque eran de propiedad privada, se utilizaban de forma comunitaria, para lo cual, cuando se iba acercando el momento de la vendimia era necesario ir buscando un turno en el que hubiese disponibilidad. Toda la vendimia se realizaba con la ayuda de vecinos, amigos y familiares, convirtiéndose el trabajo en los lagares, en momentos de conversaciones donde se hacia el oportuno repaso a la actualidad del pueblo. Eran algo así como las redes sociales de la época durante el periodo que duraba la misma.
La evolución nos ha permitido alcanzar otras metas, pero nos ha hecho perder algo de aquella dimensión social tan real y satisfactoria, éramos una verdadera comunidad.
Un par de meses después, a finales de noviembre, por San Andrés, una vez que habían terminado las fermentaciones y los vinos se habían trasegado, llegaba el momento de probarlos, y de realizar la prueba de fuego, dándoselo a probar a los entendidos de la época, que hacían de implacable jurado, dando su veredicto, que era crucial para despertar el interés en los bares de la zona y lograr su venta. Eran más que un simple jurado, ejercían de influencers.
Las labores en la viña eran trabajos de gran tradición, que se transmitían de generación en generación, donde había auténticos maestros, especialistas en cavar y abonar la viña, en la poda, en los trabajos de deshojado y despunte, en la realización de la vendimia, así como en el trabajo en los lagares tradicionales, fraguados en un conocimiento empírico meticuloso, por lo que introducir innovaciones en este mundo no era tarea fácil.
Pero, como siempre, las crisis suelen convertirse en oportunidades. Fue allá por el año 1987, cuando yo cursaba los últimos cursos de la carrera de Químicas en la Universidad de La Laguna, un año que climatológicamente vino muy malo para la viña, con lluvias muy abundantes y persistentes, justo antes de la vendimia, lo que terminó produciendo una situación desastrosa.
Toda la cosecha estropeada, no quedó un racimo sano. Fue tanto, que mi padre, Juan el zapatero al que muchos de ustedes recordarán, decidió no vendimiar porque con aquella uva nada bueno podría salir, y claro, luego ese vino tenía que pasar la prueba de fuego, la de los influencers.
Afortunadamente, ya por esa época yo había realizado algún curso de enología, motivado por la tradición familiar, y envalentonándome le propuse a mi padre hacer el vino yo, a lo que accedió, no sin las normales reticencias: va a ser un montón de trabajo para nada, …Imagínense el acojono por mi parte, pensando si aquello salía mal.
Haciendo uso de mis nuevos conocimientos, afortunadamente el resultado fue muy bueno, tanto que a partir de ahí, siempre me encargué yo de hacer el vino.
Muy pronto, comenzamos a incorporar más avances, sobre todo conceptuales, de cómo hacer las cosas, porque para inversiones y mejoras técnicas había poca disponibilidad, eso tuvo que esperar todavía algún tiempo.
Posteriormente, animados desde el Ayuntamiento, aprovechando el impulso dinamizador que dieron las Ferias al pueblo, y con el apoyo de un enólogo experto traído de fuera, Fermín Pérez, que puso en marcha uno de los primeros laboratorio enológicos de la Isla, creamos la SAT Unión de Viticultores de La Guancha, donde también participaba Carlos Pérez, mi padre, Fifo, Tino, Pedro Pérez, Pepe Vicente, etc… Cambiamos las formas de elaborar y empezamos a embotellar como Vino de Mesa de La Guancha.
Antes de ese momento los vinos de nuestro pueblo eran famosos, pero no precisamente por buenos, sino porque eran tan azufrados que muchas veces no resultaba fácil beberlos, sobre todo para los de fuera, que no estaban acostumbrados a ellos.
Aquel vino embotellado de La Guancha, fue una enorme sorpresa para propios y extraños, aquellos vinos rudos y difíciles de tomar se convirtieron en vinos elegantes y apetecibles, siendo rápidamente apreciados y demandados por todos los amantes del vino en las islas, posicionado a La Guancha como unos de los referentes de los vinos de calidad en Canarias.
De este germen nacieron proyectos posteriores como Viña Zanata o Viñátigo que han perdurado a lo largo de décadas, sin dejar de crecer, generando paralelamente prestigio para nuestro pueblo, constituyendo una razón importante por la que mucha gente nos visita.
Este éxito progresivo fue generando nuevos retos, fuimos conscientes de que una de las primeras necesidades era conseguir un reconocimiento oficial que avalase la calidad de aquellos vinos que ya eran reconocidos y valorados por los consumidores locales. Creamos por esta razón la Asociación de Viticultores del Noroeste de Tenerife, inicio del papel de liderazgo que los vinos de La Guancha han mantenido a lo largo de todo este tiempo en el mundo del vino canario. Fue precisamente esta asociación la encargada de realizar el proyecto y tramitación del reconocimiento de la Denominación de Origen Ycoden Daute Isora, motivo por el cual su sede está aquí, en la Casa del Vino de la calle La Palmita.
Al ser un pequeño pueblo de montaña poco conocido, quizás no hemos gozado de todo el apoyo de las administraciones insulares o regionales que si han tenido otras zonas, pero el tesón de nuestra gente siempre ha superado ese insuficiente apoyo, lo que nos ha hecho destacar en muchos ámbitos de la cultura y la emprendeduría, y este del vino no ha sido una excepción.
Con el paso de los años, la evolución de los proyectos vitícolas de la comarca y principalmente los de nuestro pueblo, hicieron necesario ir más allá.
Al principio nos parecía milagroso ver nuestros vinos embotellados, alejados de aquellas formas de comercialización en garrafones sucios, logrando ser apreciados por entendidos y expertos, y estando presente en las mesas de restaurantes de calidad, con la garantía de una denominación de origen, algo que con anterioridad estaba reservado exclusivamente para los vinos que nos llegaban de la península.
Pero esto no quedó ahí, pronto los reconocimientos llegaron también desde fuera de las Islas y de España y desde principios de los 2000 comenzamos a exportar, convirtiendo cada botella en un embajador de nuestra tierra por el mundo, llevando consigo los aromas y sabores diferenciados que le proporcionan unas variedades de vid únicas, muchas de las cuales no se pueden encontrar en ningún otro lugar, cultivadas a pie franco, sin injertar, sobre unos suelos volcánicos jóvenes, como los nuestros y bajo la influencia de este viento alisio que nos refresca los veranos mientras las uvas maduran y que le dan vivacidad y frescura a nuestros vinos.
Este auge y reconocimiento genera nuevas necesidades y por ese motivo, otra vez desde La Guancha, se impulsa una nueva asociación, en esta ocasión de ámbito regional, AVIBO Asociación de Viticultores y Bodegueros de Canarias, que promueve el proyecto y consigue el reconocimiento de la Denominación de Origen Protegida Islas Canarias, la cual protege y promociona los vinos de todo el Archipiélago y que por esta razón, por nuestro carácter innovador y emprendedor, también tiene su sede en nuestro pueblo de La Guancha.
Es la Denominación de Origen Islas Canarias, la única que crece en toda Canarias, contando ya con 50 bodegas inscritas, más de 700 viticultores, siendo en estos momentos la más importante, convirtiendo a La Guancha, al haber surgido y tener su sede aquí, en un lugar referente del vino dentro y fuera de nuestras fronteras.
Además, esta Denominación de Origen, está vinculada a la marca colectiva Canary Wine, de uso exclusivo para los viticultores y bodegueros que cumplan con los requisitos de origen y calidad de los vinos protegidos y que reivindica la importancia histórica de los vinos canarios siglos atrás, donde fueron un referente a nivel mundial, lo cual podemos comprobar fácilmente realizando un breve repaso de la literatura universal de los siglos XVI, XVII y XVIII con autores de la envergadura de Willlian Shakespeare, Ben Johnson, etc… En el siglo XVII, se exportaban anualmente desde nuestra comarca a través del puerto de Garachico más de 20 millones de litros de vino, cultivados en el norte de la isla, que llegaban a todos los rincones del mundo, situación que durante siglos supuso el sustento económico de nuestra gente.
Desde la sede de las Denominaciones de Origen, Ycoden Daute Isora e Islas Canarias, en la calle La Palmita, se impulsan y desarrollan numerosas actividades que han generado un efecto dinamizador clave en el sector, enmarcadas en el Campus del Vino de Canarias, actividades de formación en materias de viticultura y enología, así como el Curso de Sumiller de Canarias que, año tras año, con el apoyo de los mejores profesores de ámbito nacional e internacional, forma a numerosos profesionales de la sumillería, que luego, con su aportación profesional, han venido contribuyendo de forma notable, a la importante evolución que ha tenido la restauración en las islas en los últimos tiempos.
Antes de continuar, debo volver un poco atrás, a principios de los años 2000, para recordar, cuando con el apoyo de Jerónimo Morales, implantamos los estudios de Viticultura y Enología en el IES La Guancha, que primero con el Ciclo de Grado Medio y luego con los de Grado Superior y los Módulos de las Enseñanzas Parciales, hemos formado durante décadas a cientos de alumnos que han sido claves en la evolución del sector, trabajando en el campo de la viticultura, en las bodegas, en los consejos reguladores, como comerciales, sumilleres, etc...
Vive el sector, el momento más dulce, desde la época de oro del siglo XVII, con un nivel de reconocimiento muy alto, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, estando presentes nuestros vinos en las mesas de los mejores restaurantes del mundo.
Cada botella, se convierte de esta forma en un pequeño embajador de nuestra tierra, despertando el interés, en un público selecto, por venir a conocernos.
Por otro lado, a nivel interior, el aporte de calidad y singularidad de los vinos canarios, genera mucho valor añadido al sector turístico, motor principal de la economía isleña.
Sin embargo, aunque resulte inverosímil, al mismo tiempo, vive el sector el peor momento de su historia en el ámbito de la viticultura, con la pérdida a nivel regional de 300 hectáreas de cultivo anualmente, pasando de casi 10.000 hectáreas hace una década a menos de 6.000 en estos momentos.
En la segunda mitad del siglo XIX llegó a Europa, procedente de América del Norte, un minúsculo insecto que se llama la filoxera. Este insecto vive en la tierra y se alimenta picando las raíces de la viña a través de donde le saca la sabia para alimentarse, terminando matándola en poco tiempo. La única solución que se encontró fue arrancar el viñedo, poner en el suelo la vid americana, que tiene una raíz con una corteza gruesa que la libra del ataque del insecto y sobre ella injertar la europea. En este proceso, que se llevó a cabo entre 1863 y 1920 se perdieron muchas variedades de vid en Europa inicialmente y en el resto del mundo con posterioridad.
Nadie ha sido capaz de explicar la razón, pero la realidad es que esta plaga no ha llegado jamás a las Islas, por lo que no hemos tenido que injertar, y continuamos plantando la viña llevándonos unos sarmientos de una parcela a otra y estaquillándolos directamente en el suelo, lo que se conoce como pie franco.
El no tener la filoxera nos ha permitido conservar una enorme cantidad de variedades que ya hoy no existen en ningún otro lugar del mundo y a cuya recuperación y estudio he dedicado gran parte de mi trayectoria profesional a través de nuestro proyecto Viñátigo, en colaboración con distintos centros de investigación y universidades nacionales e internacionales.
Sin embargo, esta suerte de no haber llegado la filoxera aquí, que nos ha permitido conservar muchas variedades que proporcionan una singularidad extraordinaria a los vinos canarios y que nos permite cultivarlas sin injerto facilitando la expresión de la mineralidad de nuestros suelos volcánicos en el vino, por otro lado ha sido un enorme problema, ya que al continuar plantando con esquejes llevados sin más, de una parcela a otra, donde no nos hemos visto obligados a sanear las plantas, ha provocado que las mismas conserven una importante carga vírica, que sin llegar a matarlas, sí que les reduce significativamente su potencial productivo, comprometiendo su rentabilidad, siendo esta una de las principales causas de la falta de relevo generacional, que está haciendo retroceder el cultivo.
Pero, una vez más, como ha venido ocurriendo desde hace tres décadas, la solución a esta crisis del sector vuelve a impulsarse desde La Guancha, promoviendo a través de las Administraciones públicas competentes, un ambicioso proyecto de saneamiento varietal, que ya está en marcha y que en un par de años permitirá que los viticultores puedan disponer de plantas sanas que le permitan conseguir la necesaria rentabilidad de los viñedos, pretendiendo así frenar el retroceso de la superficie de cultivo y permitiendo una mayor expansión internacional de nuestros vinos.
Paralelamente, en este presente lleno de éxitos y al mismo tiempo de dificultades, trabajamos desde nuestro pueblo en proyectos que hace unos años parecían de ciencia ficción, pero que ahora forman parte de nuestra realidad diaria. La apuesta por la ecología, el medio ambiente, los cultivos sostenibles y la lucha contra el cambio climático no es ajena a nuestra realidad.
En este sentido, estamos también desarrollando algoritmos de inteligencia artificial, que utilizando la información que continuamente nos ofrecen los satélites Sentinel de la Unión Europea de cada una de nuestras parcelas, junto con la información de las estaciones meteorológicas de la AEMET, de la predicción de enfermedades realizada por modelos matemáticos, y de las apreciaciones de nuestros técnicos en campo, nos permite enseñar a los algoritmos para que alerten a los viticultores con más de una semana de antelación de la presencia de enfermedades, pudiendo así anticiparse en la prevención, utilizando productos ecológicos preventivos, compatibles con modelos de cultivo sostenible, en lugar de recurrir a tratamientos curativos agresivos por llegar tarde en la detección.
Pues sí, a este nivel estamos ahora mismo trabajando aquí, desde nuestro pueblo, en un presente lleno de éxitos, con dificultades y retos importantes que superar, que nos motivan y nos mantienen ilusionados, y sin duda es este un buen marco para hacerles a ustedes conocedores no solo de anécdotas del pasado que es sobre lo que suelen versar los pregones, sino también de la realidad que tenemos en nuestro entorno próximo y de la cual nos debemos sentir orgullosos todos los guancheros.
Desde esta realidad, el futuro es muy prometedor e ilusionante, siendo la viña, el vino y el enoturismo una herramienta, que, partiendo de la situación actual, nos puede ofrecer grandes oportunidades.
En este tiempo, encantado además de compartirlo con el compañero Borja, he intentado hacerles llegar algunas pequeñas vivencias personales, una breve visión de la realidad de este nuestro sector, que seguro muchos desconocían y un mensaje de ilusión acerca de un futuro por el que creo que merece la pena seguir apostando.
Termino, reiterando las gracias por haberme dado la oportunidad de dirigirme a todos ustedes como copregonero y les deseo a todas y todos unas Felices Fiestas!.
Buenas noches.
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